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sábado, 30 de marzo de 2013

¿Cuál es el papel que desempeña la escuela en el desarrollo del espíritu emprendedor?

El profundo cambio social y económico que se está operando hoy en nuestra sociedad ha dejado patente que la creación de empresas aparece como uno de los principales motores de la generación de empleo.

Las formas de trabajo están cambiando; aparecen soluciones nuevas como son el desempeño simultáneo de varias actividades profesionales o la actividad profesional independiente.

Además, las relaciones de trabajo tradicionales están sufriendo una gran transformación debido al elevado desempleo en ciertos sectores: el descenso de empleo público; el recurso, cada vez más frecuente, a la subcontratación en todas las grandes organizaciones y la promoción de la iniciativa y de la empresa como claves del crecimiento económico.

El espíritu emprendedor está estrechamente ligado a la iniciativa y a la acción. Las personas dotadas de espíritu emprendedor poseen la capacidad de innovar; tienen voluntad de probar cosas nuevas o hacerlas de manera diferente.

El espíritu emprendedor no debe confundirse con el llamado espíritu de empresa. Éste sólo consiste en identificar oportunidades y reunir recursos suficientes de naturaleza varia para transformarlos en una empresa. Sin embargo, el que llamamos espíritu emprendedor conlleva un aspecto mucho más amplio de actitudes positivas.

El espíritu emprendedor supone querer desarrollar capacidades de cambio, experimentar con las ideas propias y reaccionar con mayor apertura y flexibilidad.

El espíritu emprendedor presenta una doble faceta. Por un lado, el espíritu emprendedor supone saber lanzar nuevos proyectos con autonomía, capacidad de asumir riesgo, con responsabilidad, con intuición, con capacidad de proyección al exterior y con capacidad de reaccionar y resolver los problemas. Por otro lado, también supone saber llevar a cabo proyectos de otros con el mismo espíritu de innovación, responsabilidad y autonomía.

Educar el espíritu emprendedor exige formar a los alumnos en la responsabilidad, el compromiso, el esfuerzo, la dedicación, la perseverancia y el espíritu de trabajo.

La educación puede contribuir enormemente a la creación de una cultura emprendedora, empezando por los más jóvenes y en la escuela.Porque impulsando las actitudes y capacidades emprendedoras, se beneficia a la sociedad, incluso más allá de la aplicación de éstas a nuevas iniciativas empresariales.

En un sentido amplio, el espíritu emprendedor se debería considerar como una actitud general que puede resultar útil en todas las actividades laborales y en la vida cotidiana.

Por lo tanto, entre los objetivos de la educación tiene que estar siempre presente el fomento de las cualidades personales que constituyen la base del espíritu emprendedor, a saber: la creatividad, la iniciativa, la responsabilidad, la capacidad de afrontar riesgos y la independencia o autonomía en el trabajo.

Este tipo de actitudes se pueden impulsar desde la enseñanza primaria y tienen que superar a la mera absorción de conocimientos, siendo un aprendizaje activo.

La educación presenta una perspectiva a largo plazo. El alumnado de primaria y secundaria compondrá mañana la ciudadanía activa y muchas de estas personas asumirán un liderazgo empresarial.

El espíritu emprendedor se debería introducir en los sistemas educativos desde el principio como un nuevo enfoque de la enseñanza y como competencia básica. De hecho, en algunos niveles educativos se puede considerar un aspecto transversal y horizontal y una metodología de enseñanza, además de establecerse como una asignatura concreta.

El espíritu emprendedor, por otra parte, puede constituirse en un instrumento fundamental para favorecer la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. No podemos olvidar, al respecto, que España –pese a que las mujeres superan ya en número a los varones entre los licenciados universitarios y son mayoría en prácticamente todos los estamentos educativos–, cuenta con una de las tasas de empleo femenino más bajas de toda la UE. Lo cual denota que uno de los retos más importantes para lograr el pleno aprovechamiento económico de nuestros recursos humanos y para propiciar un mayor equilibrio social consiste en integrar a las mujeres en el empleo.

Los datos demuestran que esta integración profesional está muy obstaculizada dentro del mercado de trabajo por cuenta ajena, lo cual se ve reflejado –además de en los datos de desempleo– en otros indicadores básicos, como son las cifras de discriminación salarial (un 30% de diferencial entre hombres y mujeres15), los índices de estabilidad en el empleo (el 59% de los contratos indefinidos se suscriben con varones16) o los de participación femenina en puestos de decisión (con 15Fuente: INE. Encuesta de Salarios en la Industria y los Servicios. 2000. 16Fuente: INE. Encuesta de Población Activa. IV Trimestre de 2005.

Frente a estos obstáculos, las españolas están incrementando de un modo espectacular su integración en el empleo por cuenta propia, un espacio donde el desarrollo de sus capacidadescreativas y la transformación de las culturas y modelos excluyentes tienen menos cortapisas.

Por ello, tener en consideración esta situación de las mujeres ya desde la escuela, incidiría positivamente en su plena incorporación a la vida socioeconómica y en romper con las culturas y prácticas de desigualdad.

Por consiguiente, para avanzar en el empleo, la igualdad, el crecimiento, la competitividad y la innovación, resulta indispensable fomentar el espíritu emprendedor en la juventud e incluso en la infancia. A este respecto, la educación puede y debe contribuir a la creación de una cultura más empresarial en nuestro país.

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